Juego del mes de enero: Le Havre
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Pues el juego del mes de enero se lo adjudico a Le Havre un juego al que le he prestado en este blog menos atención de la que se merece.
No penséis mal, la decisión de hacer esta reseña, no viene determinada por esto sino por esto y por esto. Pensaba dedicar la reseña al Cosmic Encounter pero como no tenía nada que añadir a estas dos estupendas y complentarias reseñas me decidí por Le Havre (palabrita del niño Jesús que lo tenía decidido antes de que saliera la noticia).
Es inevitable que Le Havre sea comparado con Agricola. Además de autor, comparten algunas mecánicas (colocación de trabajadores, una especie de cosecha y recogida de recursos que se van acumulando). Sin embargo sus parecidos son menores que sus diferencias y sobre todo las sensaciones a la hora de jugar. Es decir, son perfectamente compatibles en una misma colección.
La mecánica del juego es muy sencilla: en cada turno un jugador puede o bien recoger todo el material acumulado de un tipo, o bien puede llevar a su trabajador a un edificio a realizar la labor propia del mismo. Los edificios pueden ser propiedad del ayuntamiento, propiedad de otro jugador o edificios propios. En general, usar un edificio tendrá un coste que habrá que pagar a la banca o al jugador contrario según corresponda (usar los propios no tiene coste).
Además el jugador podrá comprar edificios en cualquier momento de su turno o vender al ayuntamiento edificios propios por la mitad de su valor (en realidad se puede vender en el turno de cualquier jugador).
Al final de cada siete turnos (cada turno corresponde a la acción de un jugador) hay un final de ronda con una especie de cosecha donde hay que alimentar y donde pueden aparecer nuevos edificios. El que haya siete turnos es interesante pues implica que entre ronda y ronda cada jugador tendrá un número diferente de turnos que hay que tener en cuenta a la hora de planificar las acciones.
Como se puede comprobar todo es muy sencillo, la gracia está en los edificios, en saber construirlos o comprarlos y en saber optimizar las acciones para obtener el máximo beneficio.
Barcos y edificios se pueden construir desde sendos edificios y sirven para cosas distintas. Los barcos proporcionan comida al final de cada ronda de cara a la alimentación y además permiten vender mercancías en un edificio (la Naviera) cosa que suele ser necesaria para ganar la partida hacia el final de la misma.
Como ya he dicho los edificios son la gracia del juego pues son su motor. Cada edifico hace algo diferente: construir edificios, obtener materiales, procesarlos, construir barcos, etc. Uno de los secretos que llevan a la victoria consiste en saber construir determinados edificios obteniendo los materiales necesarios antes que los demás jugadores o saber comprar un edificio que luego va a ser muy usado rentando por lo que los demás jugadores paguen por él durante los turnos sucesivos.
Una cosa claramente distinta en Le Havre con respecto a Agricola son los componentes. Frente a las montañas de madera que trae el juego de los granjeros, Le Havre utiliza marcadores de cartón. La razón es porque los materiales se procesan y pasan de materias primas a productos elaborados dándole la vuelta al marcador correspondiente (de vaca a carne, de pescado a pescado ahumado, de hierro a acero, de trigo a pan, etc.). Este es uno de los aciertos del juego, la complejidad de saber cuando utilizar los edificios para procesar las materias primas. En algunos casos además en este proceso se obtiene dinero.
Otra de las razones por la que se utilizan marcadores de cartón es por que cada marcador lleva impreso información. En unos casos la comida que proporciona para los finales de ronda. En otros la cantidad de energía que proporcionan (muchas de las acciones que se pueden realizar en los edificios precisan de energía, habiendo productos que se utilizan únicamente con este fin), y en todos los casos su valor en monedas en el caso de que consigamos embarcarlos como mercancía.
Lo que más me gusta: En Le Havre me gusta todo, pero quiero destacar la idea de que los recursos se puedan usar de varias formas diferentes y especialmente el que se puedan procesar para obtener un nuevo producto a partir de ellos.
Lo que menos me gusta: Como ya digo me gusta todo del juego. Lo que menos me gusta quizá es que en las reglas diga que el juego a cinco jugadores dura entre tres y cuatro horas cuando en dos horas y media se puede jugar sin problemas.
Conclusiones: Nos encontramos ante uno de los tres mejores juegos del año pasado (para muchos el mejor). Para alguno, mejor incluso que el Agricola, aunque yo no diría tanto, de hecho no me atrevo a decir cual de los dos me parece mejor. Le Havre quizá sea un juego más arduo de jugar, más difícil en cuanto a saber qué hacer en cada momento, mientras que Agricola es más agónico en cuanto a la necesidad de obtener comida, sin embargo, en ambos siempre tienes la sensación de que faltan acciones para obtener todo lo que necesitas, algo que me encanta de este tipo de juegos. En definitiva, valoro a Le Havre como uno de los grandes.
No penséis mal, la decisión de hacer esta reseña, no viene determinada por esto sino por esto y por esto. Pensaba dedicar la reseña al Cosmic Encounter pero como no tenía nada que añadir a estas dos estupendas y complentarias reseñas me decidí por Le Havre (palabrita del niño Jesús que lo tenía decidido antes de que saliera la noticia).
Es inevitable que Le Havre sea comparado con Agricola. Además de autor, comparten algunas mecánicas (colocación de trabajadores, una especie de cosecha y recogida de recursos que se van acumulando). Sin embargo sus parecidos son menores que sus diferencias y sobre todo las sensaciones a la hora de jugar. Es decir, son perfectamente compatibles en una misma colección.
El juego
El objetivo del juego es ser el jugador que más dinero tiene entre efectivo, edificios y barcos propios, una puntuación muy distinta del Agricola que premia más la diversificación.La mecánica del juego es muy sencilla: en cada turno un jugador puede o bien recoger todo el material acumulado de un tipo, o bien puede llevar a su trabajador a un edificio a realizar la labor propia del mismo. Los edificios pueden ser propiedad del ayuntamiento, propiedad de otro jugador o edificios propios. En general, usar un edificio tendrá un coste que habrá que pagar a la banca o al jugador contrario según corresponda (usar los propios no tiene coste).
Además el jugador podrá comprar edificios en cualquier momento de su turno o vender al ayuntamiento edificios propios por la mitad de su valor (en realidad se puede vender en el turno de cualquier jugador).
Al final de cada siete turnos (cada turno corresponde a la acción de un jugador) hay un final de ronda con una especie de cosecha donde hay que alimentar y donde pueden aparecer nuevos edificios. El que haya siete turnos es interesante pues implica que entre ronda y ronda cada jugador tendrá un número diferente de turnos que hay que tener en cuenta a la hora de planificar las acciones.
Como se puede comprobar todo es muy sencillo, la gracia está en los edificios, en saber construirlos o comprarlos y en saber optimizar las acciones para obtener el máximo beneficio.
Edificios y barcos
Barcos y edificios se pueden construir desde sendos edificios y sirven para cosas distintas. Los barcos proporcionan comida al final de cada ronda de cara a la alimentación y además permiten vender mercancías en un edificio (la Naviera) cosa que suele ser necesaria para ganar la partida hacia el final de la misma.
Como ya he dicho los edificios son la gracia del juego pues son su motor. Cada edifico hace algo diferente: construir edificios, obtener materiales, procesarlos, construir barcos, etc. Uno de los secretos que llevan a la victoria consiste en saber construir determinados edificios obteniendo los materiales necesarios antes que los demás jugadores o saber comprar un edificio que luego va a ser muy usado rentando por lo que los demás jugadores paguen por él durante los turnos sucesivos.
Los componentes
Una cosa claramente distinta en Le Havre con respecto a Agricola son los componentes. Frente a las montañas de madera que trae el juego de los granjeros, Le Havre utiliza marcadores de cartón. La razón es porque los materiales se procesan y pasan de materias primas a productos elaborados dándole la vuelta al marcador correspondiente (de vaca a carne, de pescado a pescado ahumado, de hierro a acero, de trigo a pan, etc.). Este es uno de los aciertos del juego, la complejidad de saber cuando utilizar los edificios para procesar las materias primas. En algunos casos además en este proceso se obtiene dinero.
Otra de las razones por la que se utilizan marcadores de cartón es por que cada marcador lleva impreso información. En unos casos la comida que proporciona para los finales de ronda. En otros la cantidad de energía que proporcionan (muchas de las acciones que se pueden realizar en los edificios precisan de energía, habiendo productos que se utilizan únicamente con este fin), y en todos los casos su valor en monedas en el caso de que consigamos embarcarlos como mercancía.
Conclusiones
Lo que más me gusta: En Le Havre me gusta todo, pero quiero destacar la idea de que los recursos se puedan usar de varias formas diferentes y especialmente el que se puedan procesar para obtener un nuevo producto a partir de ellos.
Lo que menos me gusta: Como ya digo me gusta todo del juego. Lo que menos me gusta quizá es que en las reglas diga que el juego a cinco jugadores dura entre tres y cuatro horas cuando en dos horas y media se puede jugar sin problemas.
Conclusiones: Nos encontramos ante uno de los tres mejores juegos del año pasado (para muchos el mejor). Para alguno, mejor incluso que el Agricola, aunque yo no diría tanto, de hecho no me atrevo a decir cual de los dos me parece mejor. Le Havre quizá sea un juego más arduo de jugar, más difícil en cuanto a saber qué hacer en cada momento, mientras que Agricola es más agónico en cuanto a la necesidad de obtener comida, sin embargo, en ambos siempre tienes la sensación de que faltan acciones para obtener todo lo que necesitas, algo que me encanta de este tipo de juegos. En definitiva, valoro a Le Havre como uno de los grandes.