Crónicas runeras 7
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Ayer domingo, Antonio, Juan y un servidor decidimos que era un buen momento para probar Shogun la nueva versión -mejorada- del archiconocido Wallenstein. Así, que pronto (prontísimo a las 9:30) nos juntamos en mi casa donde un chocolate con churros y una amena conversación sobre vicios y adicciones sirvieron de preámbulo para el inicio de la partida.
Como los tres habíamos sido buenos y hecho hecho el trabajo previo de leernos las reglas, hicimos un rápido repaso de las reglas y encuesta previa sobre dudas para ponernos manos a la obra y asegurar la supremacía para su clan y ser un poderoso daimyo para terminar siendo un shogun-rules dixit- a eso de las 10:30 de la mañana.
Elegimos la configuración inicial básica propuesta en las reglas y comenzamos la partida. La disposición inicial de fuerzas dentro de la torre dejó varios ejércitos de Antonio dentro de la Torre y muy poquitos del resto de fuerzas incluidos los agricultores.
Durante la partida Juan demostró ser un caudillo ávido de poder y dinero ya que provocó dos revueltas campesinas al expoliar dos provincias. Demostró su poder, sofocando las revueltas con mano de hierro.
Antonio se empeñó durante la partida en confundir los teatros Nô con los templos, llegando incluso a intentar construir dos templos y dos teatros en la misma provincia.
Un servidor se caracterizó por no dar suficiente arroz a las provincias en invierno y sofocando con habilidad (lease: tuve mucha suerte con la torre) las revueltas que se producían en las provincias mal abastecidas.
Con pocas peleas se llegó al invierno del primer año donde Antonio cogió el liderato de la partida seguido de cerca por un servidor y con Juan un poco más rezagado.
Las peleas empezaron el segundo año cuando los intereses cruzados entraron en colisión. El baile de ejércitos en la torre terminó con una distribución de provincias muy similar. Así que la victoria final se decidiría por las mayorias de castillos, templos y teatros Nô.
Así cuando creía que Antonio tendría una victoria relativamente fácil, el recuento final me dejó a un miserable punto de la victoria y con un Juan, que gastó mucho dinero en los primeros turnos que le impidió gastar dinero en construcciones los últimos turnos, y que quedó relegado a una tercera posición al no conseguir ninguna mayoría en solitario.
El final de la partida coincidió con las 13:30 del mediodía, es decir, tres horas de partida incluyendo sesión fotográfica en la que demostré una impericia lamentable e imperdonable cuando hice la foto de grupo (Antonio dijo que iba a salir con los ojos cerrados pero lo cierto es que no sé como me las apañé para que no apareciera en absoluto en la foto).
Los tres disfrutamos de nuestro nuevo juego y pasa a formar parte del grupo de juegos predilectos. Un juego que si con cinco debe ser brutal, con tres funciona perfectamente.
¡Qué gran compra hemos hecho!
Como los tres habíamos sido buenos y hecho hecho el trabajo previo de leernos las reglas, hicimos un rápido repaso de las reglas y encuesta previa sobre dudas para ponernos manos a la obra y asegurar la supremacía para su clan y ser un poderoso daimyo para terminar siendo un shogun-rules dixit- a eso de las 10:30 de la mañana.
Elegimos la configuración inicial básica propuesta en las reglas y comenzamos la partida. La disposición inicial de fuerzas dentro de la torre dejó varios ejércitos de Antonio dentro de la Torre y muy poquitos del resto de fuerzas incluidos los agricultores.
Durante la partida Juan demostró ser un caudillo ávido de poder y dinero ya que provocó dos revueltas campesinas al expoliar dos provincias. Demostró su poder, sofocando las revueltas con mano de hierro.
Antonio se empeñó durante la partida en confundir los teatros Nô con los templos, llegando incluso a intentar construir dos templos y dos teatros en la misma provincia.
Un servidor se caracterizó por no dar suficiente arroz a las provincias en invierno y sofocando con habilidad (lease: tuve mucha suerte con la torre) las revueltas que se producían en las provincias mal abastecidas.
Con pocas peleas se llegó al invierno del primer año donde Antonio cogió el liderato de la partida seguido de cerca por un servidor y con Juan un poco más rezagado.
Las peleas empezaron el segundo año cuando los intereses cruzados entraron en colisión. El baile de ejércitos en la torre terminó con una distribución de provincias muy similar. Así que la victoria final se decidiría por las mayorias de castillos, templos y teatros Nô.
Así cuando creía que Antonio tendría una victoria relativamente fácil, el recuento final me dejó a un miserable punto de la victoria y con un Juan, que gastó mucho dinero en los primeros turnos que le impidió gastar dinero en construcciones los últimos turnos, y que quedó relegado a una tercera posición al no conseguir ninguna mayoría en solitario.
El final de la partida coincidió con las 13:30 del mediodía, es decir, tres horas de partida incluyendo sesión fotográfica en la que demostré una impericia lamentable e imperdonable cuando hice la foto de grupo (Antonio dijo que iba a salir con los ojos cerrados pero lo cierto es que no sé como me las apañé para que no apareciera en absoluto en la foto).
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